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Del Reino de Dios
Todos los laicos debemos seguir orando y trabajando con mucha confianza para que "venga a nosotros tu Reino".


Por: Lisseth Valenzuela Delfín | Fuente: Semanario Alégrate



¿Cuál es el reino bendito que pedimos llegue en cada Padre Nuestro? El Reino es Jesús mismo en su donación a nosotros por amor incondicional, para hacernos hijos y hermanos e incorporarnos, desde nuestra respuesta libre, a su intimidad divina. (PGP numerales 109, 116, 119).

Desde el inicio de su ministerio en Galilea, Jesús muestra que la realidad del Reino de Dios nos involucra a todos. Los tiempos de Jesús, como los nuestros, eran tiempos difíciles. Pobreza, explotación de los poderosos sobre los débiles, injusticia. Pero el pueblo no dejaba de esperar. Esperaban al Mesías, portador del Reino de Dios. Los contemporáneos de Jesús tenían diversas expectativas sobre el reino, había quienes lo esperaban en forma nacionalista como un Mesías político que los liberaría de la dominación romana; o quienes imaginaban el Reino como el cumplimiento de la ley de Moisés hasta las últimas consecuencias o como la destrucción de este mundo y el inicio de otro totalmente nuevo.

Para Jesús, el Reino no es un territorio ni un grupo selecto de cumplidores de la ley, el Reino es más bien la presencia nueva, gratuita, misericordiosa de Dios Padre amando sin condiciones. El Padre ama a todos sus hijos porque es Amor, no porque su amor se merezca o se conquiste. Los pecadores ante Jesús, experimentan lo que jamás habían esperado, Dios los acepta, aunque sus manos estén vacías, los convierte.

La propuesta del Reino se traduce entonces en la vida de una comunidad fraterna donde las relaciones entre los hombres no están basadas en razas ni en condiciones sociales, sino en la convicción profunda de tener un Padre común. El Reino de Dios no es una promesa futura para después de la muerte, sino una realidad que ha comenzado ya en la persona de Jesús. Esta realidad tiene valores concretos que pueden descubrirse en la vida de la comunidad: santidad y gracia, verdad y vida, justicia, amor y paz.

El Reino que Jesús anuncia es redentor porque inunda el corazón de libertad, la libertad de los hijos de Dios. El reino está entre aquellos hombres y mujeres sanados que nos cuentan los evangelios, pero también en los que hoy siguen experimentando la Redención de Jesucristo, en aquellos que encuentran la luz en el camino cuando todo parece oscuro, en las familias que dan pequeños pasos para vivir el amor y la paz, en los logros de los grupos humanos por tener sociedades más justas y fraternas. Falta mucho más, “para que llegue El reino”, eso es evidente, pero por eso todos los laicos debemos seguir orando y trabajando con mucha confianza para que “venga a nosotros su Reino”.









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