Análisis teológico-espiritual de la Vida de San Antonio Abad, por San Atanasio de Alejandría
Por: Adolfo Wissar, LC | Fuente: Catholic.net
MARCO HISTÓRICO – LITERARIO
El autor de la “Vida de san Antonio” es el renombrado doctor eclesiástico y patriarca de Alejandría, San Atanasio (295-373), quien luchó acérrimamente contra la herejía arriana, tanto desde su sede episcopal, como desde el exilio. Gran parte de sus escritos fueron dirigidos a defender la fe ortodoxa, sobre todo en vistas del esclarecimiento y definición de los dogmas cristológicos fundamentales. A través de sus enseñanzas y su ejemplo de vida, Atanasio ejerció un gran influjo en la iglesia de su tiempo, sobre todo en cuanto al auge y desarrollo de la vida monacal en oriente.
La “Vida de San Antonio” fue escrita probablemente con ocasión del primer destierro de S. Atanasio (entre los años 356-362), o bien a su regreso definitivo a Alejandría, poco después del 366. La obra, enmarcada dentro del contexto de la iglesia oriental del siglo IV, narra la vida de San Antonio (250-356), presentándolo como impulsor y modelo de la vida eremítica en oriente, y como “padre de los monjes” por ser el guía de los primeros grupos de anacoretas egipcios.
Para entender la obra, es fundamental tener en cuenta el contexto histórico. La Vida de San Antonio fue escrita en el período inmediatamente posterior al intento sistemático de erradicación de la fe cristiana por parte de las autoridades del imperio romano. Estas persecuciones encontraron fin (por lo menos hasta la última persecución, a manos del emperador Juliano el apóstata) solamente con el edicto de Milán (313 d.C.), acto de gobierno con el cual Licinio y Constantino, emperadores de oriente y occidente respectivamente, otorgaban libertad de culto a sus súbditos en todo el imperio.
Los cristianos, encontrándose por primera vez en libertad para adorar a su Dios, se enfrentaban ahora a otro enemigo (quizás aún más mortífero para su fe), que esta vez no les perseguía desde afuera, sino desde dentro de sus mismas filas. Se trataba del “acomodamiento” en la vivencia de la fe, el dejar de lado la radicalidad en el amor que una vez les inspiraba a darlo todo por Cristo (incluso hasta el punto de dar la propia vida por él), a la vivencia de una fe más fría, vivida más como presión social que como convicción íntima. Los cristianos post-persecuciones corrían el riesgo de permitir que en su fe se mezclaran la mundanidad, la conveniencia política y lo socialmente aceptable, dejando de lado la pasión que ardía en la sangre de los mártires de los primeros siglos de la era cristiana.
Por otro lado, los cristianos del cuarto siglo estaban expuestos a numerosas desviaciones en materia de fe que ponían en peligro la integridad de sus creencias, entre las cuales destacaba con mayor saña y cantidad de adeptos el arrianismo, que diluía la fe en Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre, unus ex Trinitate, al nivel de una “creatura divina”, relegando así al Señor (diciéndolo en términos populares) a un híbrido entre semidios y súper-hombre.
En este sentido, los fieles que aún anhelaban vivir su fe con radicalidad encontraban en la consagración exclusiva al Señor un camino de fecundidad y sosiego para sus almas. Esta consagración a Dios implicaba una separación del mundo, un dejarlo todo por el Señor (cf. Mc 10, 21) para dedicarse a la batalla del espíritu, en oración, soledad y silencio. Fue así como tuvieron inicio los primeros intentos de vida consagrada en la Iglesia, con los eremitas y las vírgenes consagradas. Es en este contexto que llega a la iglesia como perla preciosa, de manos de San Atanasio, la Vida de San Antonio.
SAN ANTONIO
A grandes rasgos, los datos biográficos que ofrece San Atanasio acerca de Antonio son los siguientes: Antonio nace en Egipto, en una aldea copta, en el seno de una familia cristiana de buenas posibilidades económicas, dedicada esencialmente a las labores del campo. En su juventud recibe una escarza formación cultural y literaria, compensada por una buena formación en ámbito espiritual.
Entre los 18 y los 20 años de edad, Antonio queda huérfano de padre y madre, quedando así a cargo de su hermana menor. Antonio, encendido por amor a Cristo y al Evangelio, decide vender todas sus posesiones para repartir el dinero entre los pobres, conservando solo una pequeña cantidad para el sostenimiento de su hermana. Posteriormente decide vender incluso eso, cuando su hermana ingresa entre las filas de las vírgenes consagradas.
Después de dejar atrás posesiones y familia, Antonio se retira a un lugar apartado, cercano a su ciudad natal para llevar una vida solitaria, dedicada a la oración, a la batalla espiritual y a la contemplación de las cosas divinas, guiado inicialmente por un anciano maestro, quien lo introduce paulatinamente en las vías del espíritu.
Durante este período Antonio se dedica al estudio y meditación de las Sagradas Escrituras, fuente inagotable de la cual nutrirá desde ese momento su alma. Es también el período en que tienen inicio las primeras luchas contra el demonio, luchas que se prolongarán hasta su muerte, y que se agudizarán con su decisión de hacerle frente “cara a cara” mudándose a un cementerio abandonado. Estando allí sufre los embates más violentos por parte del enemigo.
Hacia los 35 años de edad, Antonio emprende el viaje decisivo hacia el desierto, que marcará un antes y un después definitivos en su vida (y me atrevería a decir, un paso decisivo en la historia de la vida consagrada en la Iglesia). Cruzando el Nilo, Antonio se dirige hacia la montaña, lugar donde ocupa un fortín abandonado. En ese lugar transcurre los siguientes 20 años, inmerso en la oración, la ascesis y las experiencias místicas de todo tipo.
El género de vida de Antonio no pasó inadvertido para sus contemporáneos. De todos los lugares hombres piadosos, en busca de soledad, oración y silencio, se acercaban a él para recibir de él, su “padre”, instrucción, guía y consuelo, convirtiéndose así, sin quererlo, en padre de muchos monjes. Hacia los 55 años de edad, se reúne en torno a él un grupo estable de ascetas, deseosos de imitar su vida y sus virtudes. En este período, Atanasio narra el descenso de Antonio y sus discípulos de la montaña exterior en el desierto a la ciudad de Alejandría, para alentar a los hermanos cristianos en la persecución de Maximino Daia, y de ser posible, sufrir también ellos el martirio.
De regreso al desierto, encuentra una soledad demasiado poblada por sus discípulos, y decide emprender, en consecuencia, el viaje hacia la montaña interior, un lugar más apartado de todo y de todos, tanto a nivel físico como espiritual. Allí tienen lugar las experiencias místicas más profundas, alimentadas por una vida ininterrumpida de ascesis y silencio. A pesar de esto, jamás abandona del todo a sus hermanos, quienes le visitan de tiempo en tiempo. Desde la soledad de la montaña interior Antonio aconseja epistolarmente a obispos y emperadores, y acude en su ayuda para combatir junto con ellos los peligros de la herejía arriana.
Antonio, colmado de años y de virtud, pasa el último período de su vida en la montaña interior asistido por dos discípulos. Al acercarse el final predice su muerte, deja sus ropas en herencia a Serapión y Atanasio1 y ruega, como último acto de humildad, que no revelen a nadie el lugar de sus sepultura. La Vida coloca la muerte de San Antonio poco después de cumplir los 105 años de edad, o sea, hacia el año 356 d.C., si se tiene por cierta la fecha de su nacimiento hacia 251.
FINALIDAD, ESTRUCTURA Y DIVISIÓN INTERNA
De acuerdo con lo expuesto por san Atanasio, la vida de San Antonio responde a una petición constante de los cristianos encomendados a su cuidado pastoral, quienes le pidieron que les narrara el modo en que Antonio “llegó a la vida ascética, qué fue antes de ello, cómo fue su muerte, y si lo que se dice de él es verdad”2.
Al elaborar la biografía de San Antonio, San Atanasio deseaba dejar a sus fieles, y en especial a los monjes y eremitas con los que compartió varios años durante sus numerosos exilios, un modelo de vida cristiana vivida con radicalidad digno de imitación, de modo que este ejemplo sirviera para reanimar en sus fieles el deseo de darlo todo por Cristo, manteniendo de este modo viva la llama de la fe, conservada en toda su integridad y pureza. San Atanasio dejaba claro a los cristianos de su tiempo (y a los cristianos de hoy) que la santidad está al alcance de todos, pero que hay que buscarla con pasión y tenacidad.
En cuanto a la estructura del texto, el escrito sigue el esquema de una biografía, narrando los eventos más significativos de la vida de San Antonio desde su nacimiento hasta su muerte. En cuanto a su división, las ediciones modernas presentan un texto dividido en 94 párrafos de diversa extensión, a razón de dos o tres párrafos por episodio significativo en la vida del santo, cada uno de los cuales está subdividido a su vez en unos pocos versículos.
ELEMENTOS DE TEOLOGÍA ESPIRITUAL
1. Elementos ascéticos y místicos
La Vida de San Antonio presenta de modo orgánico la relación íntima que se establece de modo casi espontáneo entre el santo y Dios. Esta relación se caracteriza por una respuesta muy concreta a las diversas solicitaciones y llamadas del Espíritu Santo a penetrar dentro de los misterios divinos. Para San Antonio, esta respuesta pasa a través de la vivencia de una fuerte ascesis, que manifiesta la generosidad y radicalidad con la que desea entregarle toda la vida a su servicio.
San Antonio, tal como expone el obispo de Alejandría, es consciente de la fuerte marca producida en el alma del hombre a causa del pecado original, que lo separa de Dios y lo deja a merced de sus pasiones desordenadas. En este sentido, el hombre necesita, a través de su esfuerzo, y sostenido por la gracia divina, regresar al estado de justicia original. Por tanto, la ascesis se presenta como un medio indispensable para alcanzar la perfección cristiana.3
San Antonio experimenta progresivamente una unión más profunda con Dios, es decir, una vida mística llena de consolaciones interiores y revelaciones divinas como fruto del “roce” frecuente con Jesucristo en la oración. Este conocimiento divino, que se da en el santo a nivel de la mente y del corazón, no lo cierra en sí mismo, sino que lo impulsa a salir al encuentro de los demás, ya sea formando a los monjes y eremitas que lo consideraban como padre espiritual, o apoyando a los cristianos perseguidos con sus palabras y con su presencia, y luego a gobernantes y emperadores que acudían a él en busca de consejo.
2. Desarrollo de la vida espiritual de San Antonio
El progreso en la vida espiritual de San Antonio puede enmarcarse, con relativa facilidad, dentro del esquema de las tres vías. De esta manera, la muerte de sus padres, la renuncia a todos sus bienes por amor al Señor y sus primeros pasos en la vida como anacoreta, al tiempo que tenían lugar los primeros embates contra el enemigo, constituyen la fase “purgativa”, en la que Antonio se despoja de todo, de todos, y sobre todo de sí mismo para prepararse al encuentro con Dios.
En un segundo momento, el viaje que Antonio emprende hacia el desierto y su prologada estadía en él (la así llamada montaña exterior) constituyen la fase “iluminativa”. Para San Antonio retirarse al desierto no es una fuga o una escapatoria a sus responsabilidades, sino la búsqueda incesante del rostro de Dios. El desierto, por tanto, recuerda a Antonio de su pobreza y necesidad existenciales, y allí forja su alma en la soledad, la oración y la lucha cotidiana. De este manera, a medida que avanza su progreso espiritual, el desierto se convierte en el lugar privilegiado de su encuentro personal y místico con Dios.4
Finalmente, sediento de mayor soledad, Antonio emprende el viaje hacia la montaña interior, que lo lleva a una “intimidad” más grande dentro de la inmensidad del desierto. Es así como Antonio encuentra el oasis en el que su vida llega a ser fecunda y plena, habiéndose dejado transformar por la gracia sanadora de Cristo, que lo convierte en nueva creatura, y podría incluso decirse, en un nuevo ser cristiforme. Es la fase unitiva.
3. Método de oración
San Antonio no propone a sus discípulos grandes novedades en cuanto a un método o técnica de oración específicos, sino más bien, una vida que es toda ella oración. Para Antonio, desde su condición de anacoreta, la vida y la oración se identifican a tal punto que difícilmente pueden separarse. La oración, por tanto, es un continuo combate espiritual, por medio del cual, llenos de confianza en el poder del Señor, y a través de una ascesis exigente, se llega a entrar en intimidad con el Dios. Es en esta clave que debe leerse el alejamiento del mundo predicado por Antonio, el cual implica la renuncia a todo aquello que pueda obstaculizar el encuentro con el Señor.5
Es importante notar que para Antonio toda la vida de oración tiene como fuente las Sagradas Escrituras, fuente de la que saca todo el nutrimiento necesario para el crecimiento en la vida espiritual.
4. Indicaciones para vivir la vocación bautismal
San Antonio propone una espiritualidad fuerte basada en el amor a Dios y al prójimo, que consiste en la imitación de Jesucristo, conscientes de que al final todo el fruto en la vida espiritual es obra exclusiva del Espíritu Santo. Sin embargo, propone al cristiano disponer su alma para el encuentro con Dios por medio de medio de la oración y de una marcada ascesis, esperando recibirlo todo de las manos del Padre, quien amorosamente concede sus dones a quien Él quiere.
Por tanto, no se trata de arrebatar la vida eterna con las propias fuerzas, sino de preparar el terreno para que Dios mismo, quien sembró la semilla de su Palabra, sea quien otorgue el crecimiento y el fruto a su debido tiempo (cf. Fp, 1-6).
5. Indicaciones para vivir la vocación monacal
De acuerdo con la Vida de San Antonio, al monje le compete predisponerse a la acción divina por medio de la vivencia cotidiana de la ascesis por amor al Señor, tendiendo hacia la purificación de su corazón y de sus deseos, de modo que Jesucristo llegue a ser todo para él.
En este sentido, es indispensable para el monje apartarse del mundo para establecer una relación de intimidad y exclusividad con su Señor, con quien se encuentra en la soledad (tanto física como espiritual) y en el silencio, y a quien habla cara a cara, como un amigo habla a su amigo. Por tanto, “el aislamiento exterior está ordenado únicamente a conseguir la unidad interior”6.
Antonio constituye así, con su propia vida, el modelo de anacoreta, el cual, eligiendo vivir un celibato radical por amor al Amor, es capaz de dejar todo atrás, disolver los vínculos sociales precedentes y evitar el contacto con otras personas para poder estar a solas con el amado.7
CONCLUSIÓN
La Vida de San Antonio, del patriarca Atanasio, es una obra fundamental que testimonia el candor espiritual de la cristiandad de los primeros siglos. Es, sin lugar a dudas, una obra profunda, retadora y única en su género, en el sentido en que constituye un enérgico impulso primigenio para el monacato. De este modo, Atanasio presenta al monje como heredero de los mártires, en cuanto a que lucha contra las potencias del mal; por ello la batalla espiritual que debe librar el monje se da en tres niveles diversos: contra el mundo (disolución moral, perversión de la fe), contra sus pasiones desordenadas (que combate por medio de una ascesis fundamentada en el amor) y contra los demonios, quienes buscan alejarlo de Dios y que, al no poder doblegarlo, terminan por temerle.8
Por otra parte, la Vida guarda relación estrecha con otros textos biográficos de su tiempo. Numerosas Vidas griegas y romanas (ya sean de carácter mítico o histórico) y hagiografías del primer siglo siguen el mismo género literario. Al igual que estos textos, la Vida de San Antonio pretende credibilidad histórica9, al tiempo que manifiesta, a veces de modo más claro, y otros de modo más velado, los pensamientos del autor, quien desea dejar a los monjes un modelo digno de imitación.10
La Vida de San Antonio se convierte así en punto de referencia para la vida religiosa, no solo en cuanto que manifiesta el deseo y la realización de una consagración total de la propia persona a Dios, sino que muestra el camino concreto para hacerlo, es decir, a través de la vivencia de los votos religiosos11. De esta manera, el patriarca Alejandrino sienta las bases, a través de la experiencia vivida por San Antonio, para el desarrollo posterior de los votos de castidad (vivido por Antonio como anacoretismo radical), pobreza (en cuanto abandono total del mundo y de sus seducciones) y obediencia (en cuanto a la necesidad de contar con un guía y maestro espiritual), los cuales son vividos dentro de una comunidad de fe (eremitas que se unen para recibir instrucción) y al servicio de la los demás (en el caso de Antonio, a través de la oración, el consejo espiritual, las curaciones, etc.).
Finalmente, el texto de la Vida ofrece un primer esbozo de lo que luego se desarrollará en la Iglesia bajo el nombre de “discernimiento de espíritus”12. En este sentido, el texto presenta a Antonio examinando sus experiencias espirituales (y enseñando a otros monjes a hacer lo mismo) de modo de poder distinguir con claridad si las revelaciones obtenidas en la oración proceden del espíritu maligno o del Espíritu de Dios. Este tema, sin embargo, excede los límites del presente análisis teológico-espiritual, por lo que nos limitamos a exponer la “semilla” depositada por San Atanasio para la posteridad.
BIBLIOGRAFÍA
Regnault, L., La vita quotidiana dei Padri del deserto, Piemme, Casale Monferrato, 1994.
San Atanasio de Alejandría, Vida de San Antonio, Apostolado Mariano, Sevilla 1991.
Tagliafico, A., Storia della vita consacrata, Edizioni ART, Roma 2018.
----------------------------------
1 Patriarcas de Antioquía y Alejandría, respectivamente.
2 San Atanasio de Alejandría, Vida de San Antonio, Apostolado Mariano, Sevilla 1991, 15.
3 Cf. A. Tagliafico, Storia della vita consacrata, Edizioni ART, Roma 2018, 18.
4 Cf. San Atanasio de Alejandría, Vida de San Antonio, Apostolado Mariano, Sevilla 1991, 10.
5 Cf. A. Tagliafico, Storia della vita consacrata, 18.
6 Cf. A. Tagliafico, Storia della vita consacrata, 18.
7 Cf. L. Regnault, La vita quotidiana dei Padri del deserto, Piemme, Casale Monferrato 1994, 89.
8 Cf. San Atanasio de Alejandría, Vida de San Antonio, 44.
9 Debe anotarse que a los ojos modernos, poco habituados a la sensibilidad espiritual de los primeros siglos de la era cristiana, ciertos pasajes, sobre todo aquellos que narran la lucha de Antonio contra los demonios, hurtan un poco la sensibilidad crítica del lector. Se anima al lector, por tanto, a no pretender entender de modo físico las experiencias vividas por el santo a nivel del espíritu.
10 Cf. San Atanasio de Alejandría… 73.
11 San Atanasio nunca menciona este término de modo directo en su obra, pero sí hace referencia al contenido de esta palabra (“votos religiosos”) encarnados en la Vida de San Antonio.
12 Cf. San Atanasio de Alejandría, Vida de San Antonio, 39.