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Para encontrar tu vocación, es necesario preguntarle a Dios
Martha Andrea Ramírez de Santiago es misionera mariana desde hace trece años.


Por: Mary Velázquez Dorantes | Fuente: El Observador de la actualidad



Y a sus 36 años señala que toda religiosa mariana se distingue por el don de la alegría en la educación, el cuidado de los enfermos, la asistencia en los seminarios, así como el cuidado de los niños que han perdido a sus padres. La hermana Martha conversó con El Observador de la Actualidad para contarnos cómo fue el llamado a la vocación religiosa.

¿Cómo fue el llamado a la vida consagrada?

Haciendo recuento de mi vida quizás muchas situaciones no surgen de la noche a la mañana, sino con el paso del tiempo. Yo recuerdo que desde muy pequeña mi mamá me llevaba a la iglesia y de ella aprendí el estar en constante comunicación con Dios. Yo desde pequeña pasaba por fuera del atrio y antes de llegar a la escuela pasaba a la iglesia y, como dicen los santos, yo no decía nada, simplemente lo miraba y Él me miraba.

Desde los seis años visitaba a Nuestro Señor y, entonces, tuve mi contacto con Dios. En la juventud, después de los quince años, me incorporé a la ayuda de la iglesia y con el tiempo conocí al que fue mi director espiritual y, gracias a él, empecé a tener la idea de ser religiosa, una opción por la vida consagrada.

Fue un trabajo fuerte, pero me di cuenta que preguntándole a Dios entiende cómo descubrir la luz que necesitamos, en este caso mi vida vocacional. Yo siempre le preguntaba en oración ante el Santísimo, duré cinco años como adoradora nocturna, y en esos momentos le preguntaba y le preguntaba hasta que el Señor respondió.



Todos debemos hacer este camino: preguntarle a Dios dónde está nuestro lugar, nuestra misión, nuestra vocación; preguntar y volver a preguntar.

¿Fueron las misioneras marianas quiénes desde un inicio le llamaron para trabajar con ellas?

Mi director espiritual me decía que tenía las características para ser religiosa y me fue presentando con diferentes congregaciones y, antes de ser misionera mariana, estuve internada con las Carmelitas Teresas de San José, a la cuales aprecio mucho. Duré con ellas dos años y medio y mientras tanto observaba cómo vivían.

En oración siempre preguntaba: “¿Qué quieres de mí? ¿Dónde está mi lugar?”. Y se me presentaron las hermanas misioneras marianas un dos de febrero del 2005 a las once de la mañana. Cuando entré estaba muy nerviosa y de repente paso a la capilla y me dicen: “Nosotras amamos el Sagrado Corazón de Jesús”. Y dije: “Aquí está mi lugar, con la patrona, la Virgen de Guadalupe”.

¿Cómo ha sido su vida vocacional?



Tenemos cuatro apostolados: enfermería, servicio asistencial en el seminario, misiones y la educación. Y cuando vi la educación dije “aquí está el lugar al que el Señor me está llamando”. Inicié mi proceso y desde casa llevaba mi formación, la vida contemplativa y el apostolado.

Y a los 18 años fui religiosa, gracias a un descubrimiento porque Dios no se manifiesta de la noche a la mañana, poco a poco va dejando pistas y descubres las mociones del Espíritu Santo. Cuando escuchas esas mociones te sientes bien, con una paz interior.

Desde varios trabajos atrás yo tenía mi proyecto de vida y me llamaba la atención la educación. Poco a poco fui encontrando que la educación era mi llamado porque los niños me enseñaron e influyeron mucho, y no sólo a través de los conocimientos, sino a interesarme por ellos, porque ellos necesitan mucho amor. Te encuentras con sus dificultades y te das cuenta por qué no aprenden o qué dificultades tienen para enfrentarse a los estudios.

¿Cómo fue la noticia a sus padres?

Esa es una pregunta muy buena, puesto que fue muy difícil porque mi mamá no quería que fuera religiosa. Nadie me apoyaba. Sentía mucha tristeza, pero por otro lado el Espíritu Santo te da el impulso de decir “es lo que Dios quiere y vas a luchar por ese ideal”. Cuando mi mamá supo mi interés por la vida religiosa me dejó de hablar quince días. Pero gracias a que mi director espiritual habló con ella y le hizo ver lo importante que es un llamado de Dios, es que estoy aquí. Fue un momento difícil cuando mi madre se negó y cuando quería avanzar y encontraba un “no”, pero Dios tiene sus formas y aquí estamos siendo religiosa.







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