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9 de marzo de 2023

Desde mi pobreza, te encuentro
Santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31. Jueves II de Cuaresma


Por: Rosario Guerra, CRC | Fuente: somosrc.mx



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Padre me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras; sea lo que sea te doy las gracias. Quiero acompañarte, quiero disponerme en este rato de encuentro contigo en la oración. Estoy dispuesto a todo con tal que tu voluntad se cumpla en mí. Necesito ponerme en tus manos, necesito de ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas. Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó: ‘Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abrahán le contestó: ‘Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros’. El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento’. Abrahán le dice: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. El rico contestó: ‘No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán’. Abrahán le dijo: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto'».

Palabra del Señor.


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús mío, que gran y fuerte enseñanza me das el día de hoy en este pasaje evangélico. Me hablas de cosas que es muy difícil de entender: la pobreza, la muerte, el infierno, el cielo.

Dame un corazón abierto para recibir lo que me quieres enseñar; no solo recibir en la mente razonando y entendiendo sino recibir con el corazón abierto y generoso.

Me presentas a un hombre pobre y sus carencias, su abandono; quisiera a veces no verlas y pasar de largo. En personas pobres te encuentro a ti mismo y a veces no quiero mirarlos a los ojos… Quiero descubrirte ahí. En mi encuentro con ellos a veces lo único que tengo, y tal vez lo que puede aliviarles más, es una mirada de misericordia, de aliento. Jesús yo quiero mirar a las personas que, con diferentes tipos de pobreza, encuentro en mi camino para aprender de ellos; para vivir aquí con la mirada también en el cielo.

Yo quiero, como el mendigo llamado Lázaro, ser llevado al cielo por los ángeles. ¿Qué debo hacer Señor? Te pido que me enseñes a ver mi pobreza personal. Pobreza que puede ser, no tener todo lo que quiero siempre que lo quiero. Pero también hay una pobreza personal que es mi debilidad, mis límites; el no ser y hacer todo lo que yo quisiera. Dame un corazón pobre para que pueda encontrarte más fácilmente.

Mi pobreza también es reconocer que habrá un final aquí en la tierra con la muerte; la separación de mi cuerpo, de mi alma y un juicio para recibir el premio o castigo. No somos eternos aquí en el mundo; tenemos una esperanza muy grande de verte allá. Ayúdame a tomar conciencia de este paso y prepararme para ello. Vivir en paz y en unión contigo siempre. Sabiendo que de tu mano no hay que temer ese momento.

¡Cuánto me quieres enseñar! Veo en tu Palabra el seno de Abraham; el cielo y el infierno. Ambos existen, Tú me los presentas en esta parábola. Sería sumamente triste terminar en el infierno, apartado de ti, sin tu amor. ¡Líbrame, por favor! Tú me dices, como al rico Epulón: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen».

Quiero que en mi corazón resuene esta frase y comprenda lo que me quieres decir: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces”. Te agradezco todos los padecimientos que permitas en mi vida; te los ofrezco para que un día nos encontremos ya cara a cara en el cielo.

«La Palabra de Dios puede hacer revivir un corazón marchito y curarlo de su ceguera. El rico conocía la Palabra de Dios, pero no la dejó entrar en el corazón, no la escuchó, por eso fue incapaz de abrir los ojos y de tener compasión del pobre. Ningún mensajero y ningún mensaje podrán sustituir a los pobres que encontramos en el camino, porque en ellos nos viene al encuentro el mismo Jesús».
(S.S. Francisco, Catequesis del 18 de mayo de 2016).


Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Revisa donde experimentas tu pobreza personal y ayuda a alguien que requiere apoyo en su pobreza.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.




Reflexión de Mons. Enrique Díaz en audio:





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