Conservemos nuestras tradiciones en familia
Por: Sandra B. Lindo Sominín | Fuente: Semanario Alégrate
Tenemos costumbres familiares, transmitidas de padres a hijos, que normalmente son propias de cada familia, distinguen a unas de otras; están llenas de cariño, suelen ser pequeños detalles, a veces un guiso, que se ha transmitido a través de las generaciones y son entrañables, hacen que estemos a gusto, unen a la familia.
Nuestras familias y las tradiciones que nacen al convivir han existido desde siempre y para siempre. A pesar del tiempo y las dificultades que este mundo nos presenta, no podemos negar que la convivencia familiar sigue siendo una parte fundamental de la vida de cualquier ser humano, debemos permitirnos descubrir por qué esas buenas tradiciones ancestrales de nuestra familia no deben de ser olvidadas, vamos a darnos tiempo y espacio de disfrutar esos momentos especiales, que traen consigo el gran gozo y amor familiar que nunca pasa de moda.
Una familia que conserva buenas tradiciones será, sin duda, una familia más fuerte y unida. Las tradiciones son el alimento que da fortaleza a esos lazos familiares que nos unen a nuestra ascendencia y descendencia. Es a través de esas sanas costumbres que podemos permanecer enlazados con toda nuestra familia. Tal como se piensa en la celebración de Día de Muertos, las tradiciones ancestrales pueden generar verdaderamente una conexión espiritual entre todos los miembros de nuestras familias. No importan si están vivos o muertos, a través de la práctica de estas tradiciones podemos llegar a conocernos y a amarnos con intensidad.
Una tradición encaminada por las enseñanzas de dios nuestro señor nos mantendrá en la verdad, pero si la tradición, mezclada con la cultura que nos rodea, moldea nuestro entendimiento, entonces nos alejaremos de la verdad. Las tradiciones pueden ser dañinas cuando las usamos mal al dejar de lado nuestra fe y convertir la tradición en el elemento predominante en nuestras creencias.
Debemos adorar a Dios fielmente juntos como una familia en la Misa dominical y preservar los regalos de tiempo de calidad y una comida juntos, al menos en el Día del Señor, si no se puede más a menudo durante la semana.
Vamos a concedernos la oportunidad de ver cómo las distintas generaciones de nuestra familia –que nos han antecedido y nos precederán– se unificarán en un mismo corazón, bajo un mismo amor y en una misma tradición.