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La gloria está reservada para los esforzados
Dios nos invita a renovarnos con ese esfuerzo con el que al inicio emprendíamos nuestros sueños


Por: Gilberto Martínez, LC | Fuente: Catholic.net



 

 

El deporte es una auténtica escuela de vida. Es ahí donde conocemos con más profundidad el interior del hombre y sus reacciones ante diversas circunstancias que se presentan. Aprendemos a superarnos y a luchar incansablemente por nuestros ideales. El triunfo depende en buena parte de nosotros y de nuestra actitud: «La diferencia entre lo posible y lo imposible está en la determinación de la persona» (Tommy Lasorda, ex jugador de la MLB).
Por eso es oportuno recordar algunas memorias en la historia del deporte que nos ayuden a reflexionar sobre la importancia que tiene nuestra positiva actitud en los numerosos retos que la vida nos presenta.

Año 2008. Súper tazón XLII. Enfrentamiento histórico entre los Patriotas de Nueva Inglaterra con su marca perfecta de lado de la Conferencia Americana, y los Gigantes de Nueva York en la Conferencia Nacional. Fue una de las finales más esperadas de la historia del fútbol americano. Los Patriotas buscaban ser el primer equipo en ganar el campeonato con un récord invicto de diecinueve juegos. Los Gigantes, en cambio, que llegaron en último lugar en las eliminatorias, buscaban destrozar ese sueño. Parece ser que la balanza estaba inclinada drásticamente hacia un solo lado: los Pats

En la temporada regular, los Patriotas arrasaron a todos los equipos rivales batiendo los más importantes récords y haciendo historia con una de las mejores mancuernas de jugadores que la liga había tenido: Tom Brady —que también se estaba jugando el renombre de mejor mariscal de campo de la historia— y Randy Moss —jugador veterano— como receptor. Indudablemente teníamos el equipo de ensueño. Esta franquicia sorprendía por su habilidad en ganar en los momentos cruciales de los partidos —especialmente en los Súper Tazones—y también por su contundencia y juego en equipo. Los Gigantes llegaron liderados por el joven mariscal de campo Eli Manning que jugaría su primer final de liga.

Llegó el día tan esperado y, para sorpresa de todos, el equipo de los Patriotas no jugó como solía hacerlo y pasó lo inesperado: los Gigantes tuvieron una gran confianza en sí mismos y con un gran trabajo de equipo lucharon hasta obtener la victoria sobre los Pats, 17-14.
¿Quién iba a pensar que el equipo con menos posibilidades saliera galardonado con la gloria del triunfo? Es muy acertado el dicho: «una estrella gana juegos, pero un equipo gana campeonatos». ¿Hemos sentido eso que motivó a los Gigantes para no desistir ni acomodarse a lo alcanzado? ¿O nos pasa como a quienes después del primer esfuerzo y de los primeros logros, ya sólo quieren vivir de rentas?

En el ámbito del boxeo encontramos otras historias: muchos han quedado impresionados por el boxeador James J. Braddock, apodado como Cinderella Man, que se distinguía por luchar cada pelea hasta el último round con la ilusión y la esperanza de ver a su familia en una condición más estable. Aunque recibía muchos golpes, nunca se rendía y se levantaba, peleando como si fuera la primera vez.

La vida está hecha de retos para hombres como Cinderella Man que tienen aspiraciones de superación. Desafortunadamente sucede que nuestra arrogancia nos frena cuando conseguimos una meta y creemos que somos invencibles. El resultado de todo esto es el conformismo con lo conseguido.

Los hombres que sobresalen y hacen historia en el mundo son los que viven cada instante como si fuera el último de su vida, porque saben que, si no superan sus límites todos los días, sus ilusiones se esfumarán y quedarán perdidos en las cosas más triviales de la vida.

La vida es una batalla continua. Dios nos invita a renovarnos con ese esfuerzo con el que al inicio emprendíamos nuestros sueños. Dios quiere que luchemos por nuestros ideales y que lo hagamos con sencillez, humildad y, sobre todo, junto con Él toda nuestra vida.

Así como los Gigantes ganaron en equipo, igual que James Braddock logró ser inspiración para los desesperanzados; de esa misma forma no olvidemos que nuestro mejor entrenador y apoyo en nuestra vida en los momentos difíciles es Dios. Él sabe lo que más nos conviene. Luchemos junto a Él y avanzaremos sin dudas, alcanzando las metas y objetivos de nuestra vida. Él confía en nosotros. Él quiere enseñarnos, a ejemplo de su Hijo Jesucristo, que la gloria está reservada para los esforzados.

 

 



 

 

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