Dichosos los pobres de espíritu
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
Las Bienaventuranzas son la carta de presentación de la Buena Nueva de Jesús. Me da la impresión que muchas veces las recitamos con gusto, las alabamos mucho y después, las dejamos como algo lejano, ideal pero irrealizable.
Hoy nuevamente las hemos escuchado porque iniciamos en el calendario ferial el Evangelio de San mateo y nos quiere marcar desde el inicio cómo es la propuesta y el sueño de Jesús, cómo vivió su misión y cuáles fueron sus prioridades. Las Bienaventuranzas nos presentan el contraste fuerte entre el pensamiento de Dios y el pensamiento de los hombres.
Cristo las hizo vida y las practica a cada momento. Quizás nos parecerían demasiado idealistas, pero puestas así, como vividas por una persona concreta, nos pueden parecer más cercanas, más a nuestro alcance. El Sermón de la Montaña cambia las perspectivas de felicidad y de anhelos que expresaba el pueblo judío, pero también cambia y pone en entredicho las ambiciones y los anhelos de nuestro mundo actual. Las Bienaventuranzas no son para hacer discursos bonitos, ni para presentar ideales irrealizables.
Hoy en medio de nosotros, Jesús sigue lanzando su invitación a vivirlas. Y, gracias a Dios, hay en medio de nosotros personas que se las toman en serio y viven conforme a lo que Jesús nos pidió. Basta que miremos con atención y encontraremos discípulos de Jesús que en medio de este mundo globalizado, tienen libre el corazón y viven alegremente el Evangelio.
En medio de tanta corrupción hay quien lucha sinceramente por implantar la justicia y la verdad; en medio de tantos odios y violencias, encontramos personas “pacíficas”, con armonía en su corazón y constructores de paz. En este año que nos preparamos para el Jubileo 2025, detengámonos con mayor atención en el texto que llama felices a los misericordiosos porque obtendrán misericordia. El año jubilar nos invita a la reconciliación.
La felicidad se encuentra en aproximar nuestro corazón al hermano que sufre, al que se siente sólo… y es curioso que al acercarnos nosotros a él, nosotros también salimos de nuestra soledad y encontramos misericordia.