Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes
Por: Mons. Enrique Díaz | Fuente: Catholic.net
En días pasados teníamos una conversión con un grupo de personas que decían cómo la vida es cada día más difícil. Ellos, sin ser grandes ricos, tienen su forma de salir adelante y se quejaban de la situación con los trabajadores que, según ellos, cada día exigen un sueldo mayor y trabajan poco.
En un momento, les pedí que hicieran el ejercicio de imaginarse en la situación y en la persona de alguno de ellos, y pensar qué harían con el sueldo que ellos consideran excesivo, cómo trabajarían ante un patrón con sus exigencias, cómo educarían a la familia, para cuánto les alcanzaría con lo que les dan… por un momento, se hizo un silencio embarazoso y después fueron risas y bromas, imaginándose cada uno de ellos en la situación de sus trabajadores. Pero la pregunta queda ahí para cada uno de nosotros.
¿Cómo quisieras tú que te trataran? ¿Qué harías en su situación? Buscamos que nos reconozcan y no somos capaces de dar reconocimiento, queremos ser amados y somos egoístas, nos gustan las atenciones y que nos tomen en cuenta y no somos capaces de hacer lo mismo. Imaginemos una familia cualquiera y contemplémosla desde fuera: ¿qué descubrimos? ¿Quién trabaja más y a quién se le reconoce más? ¿Quién exige más y por qué lo exige? La llamada regla de oro que hoy nos ofrece San Mateo como una petición de Jesús, se queda solamente en el plano humano, pero nos da grandes pistas para nuestro comportamiento tanto en lo familiar y en lo pequeño, como a nivel internacional y en grandes grupos. Todo mundo exige privilegios pero no está dispuesto a otorgarlos. Ignoramos olímpicamente la situación del otro.
Somos capaces de acostumbrarnos a las graves e injustas diferencias económicas, sociales y estructurales, y las justificamos fácilmente. Pero hoy Cristo nos pide que nos coloquemos en el lugar del otro. Imagina al migrante y siente su dolor, su inseguridad, su timidez y la angustia con que va recorriendo su camino. Imagina al indígena despojado de sus pertenencias, extranjero en su patria, sin derechos, sin opciones, sin reconocimiento. Imagina a los cercanos y a los lejanos y colócate en su lugar.
¿Cómo quisieras que te trataran? Pues ¿por qué no haces lo mismo? Y Cristo va mucho más allá. No se conforma con tratar a los demás como Él quisiera que lo trataran, lo hace con verdadero amor al grado de dar a los que no le dan, de saludar a los que no lo saludan, de perdonar a los que lo odian. Jesús siempre da mucho más. ¿Qué podemos hacer nosotros?