La mirada del Cristo: una conversión en Semana Santa
Por: Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net

Fue en Madrid, durante los días de Semana Santa. Las calles estaban llenas de pasos, incienso y gente que buscaba algo: consuelo, tradición, silencio, identidad. Yo paseaba entre la multitud cuando conocí a un hombre mayor. Llevaba el rostro de quien ha vivido mucho... y también de quien ha perdido mucho. Me habló con voz tranquila, sin adornos: “Soy de Cuenca”, me dijo. “De joven me metí en líos. Caí en los robos... y acabé en la cárcel. Muchos años. Perdí todo lo que tenía.” No lo decía con orgullo ni con culpa. Solo con verdad. Seguimos caminando un rato. Hablábamos poco. Hasta que se detuvo como si recordara algo que todavía le quemaba por dentro. “Salí. Y ya no era nadie. Pero un día... creo que era Jueves o Viernes Santo, vi venir una procesión. No me interesaban esas cosas, pero me quedé mirando. Y entonces pasó delante de mí el Cristo de los Gitanos. Alto, solemne, con esa cara sufriente... Y te juro que —no sé cómo explicarlo— sentí que me miraba. Como si me mirara a mí solo.” Se quedó callado unos segundos. Lo tenía todo en los ojos. “En esa mirada... lo entendí todo. Que no estaba solo. Que no era un desecho. Que podía empezar otra vez. Me convertí. Fue como si el alma me diera un vuelco.” Desde entonces, aquel hombre cambió su vida. No por miedo, ni por culpa, ni por normas. Cambió porque alguien le devolvió la dignidad con una mirada. Porque, en plena calle, entre tambores y costaleros, descubrió que el perdón no era un concepto, sino una persona viva.
Reflexión final
A veces no hacen falta palabras. Basta una mirada. A veces no hace falta un plan de reinserción. Basta una procesión. La gracia entra por donde menos lo esperas: un paso en la calle, una imagen, un gesto, una emoción que despierta lo que parecía muerto. “Yo no sabía que se podía volver a nacer... hasta que me miró ese Cristo.” Y en plena Semana Santa, entre el ruido del pasado y el incienso del presente, nació otra vida.