Historia personal y plenitud psíquica
Por: Zelmira Seligmann | Fuente: Sociedad Tomista Argentina

a) El hombre en la mente de Dios
Dios es la causa ejemplar de todas las cosas. La producción de una cosa exige un modelo para que el efecto tenga una forma determinada. Están en la mente divina las formas ejemplares de todas las cosas y , por lo tanto, de todas y cada una de las personas.(1)
El mundo no es producto del azar, sino que en el entendimiento divino existen las formas de todas las cosas así como preexiste en la mente de un arquitecto la semejanza de la casa que construirá (2); y la perfección de la casa dependerá de la perfección con que se reproduzca la idea del arquitecto.
En el caso del hombre, éste fue creado a imagen y semejanza de Dios; pero por el pecado original esta imagen quedó como desdibujada, arruinada, y todo el hombre fue “mudado en peor” según el cuerpo y el alma.(3) Sin embargo, es necesario aclarar que la creación es una relación de la creatura con Dios y no al contrario, lo que significa que la que se deterioró fue la
creatura.
Por eso Dios entra en la historia del hombre; y fue conveniente que el Verbo se encarnara, pues siendo el Verbo de Dios la concepción del artista, la idea ejemplar de toda creatura, era oportuno que “...la criatura fuera reparada en orden a una perfección eterna e inmutable; pues el artista repara las deficiencias que acaecen a la obra mediante la misma concepción
ideal por la que produjo esa obra” (4) En Cristo el hombre retorna a Dios; y esa imagen que radica en la aptitud natural para conocerlo y amarlo y se ha dañado por el pecado, ahora es re-creada por la gracia, que le da justeza y perfección. La plenitud de esta imagen se realiza cuando el
hombre conoce a Dios en acto y lo ama perfectamente, y esto sucede en la bienaventuranza.(5)
Y he aquí que, en un misterioso juego de gracia y libertad, el hombre desarrolla su vida adecuándose a esa idea que Dios tiene de cada uno, o apartándose de ella. En el primer caso desplegará todos los dones recibidos en una personalidad armoniosa, en el segundo, hará una vida ficticia que se encamina irremediablemente a la muerte. Así puede hablarse de una personalidad verdadera y de una falsa (influenciada por la ficción que construyó y que la aleja de la realidad).
Dice Santo Tomás:”...según se adecua al entendimiento divino se dice verdadera en
cuanto cumple aquello para lo cual ha sido ordenada por el entendimiento divino (...) así como, por el contrario, se llaman falsas las cosas que naturalmente son aptas para parecer lo que no son o como no son...”6 Mas las cosas no pueden ser falsas en relación a Dios, pero sí en relación al entendimiento humano, ya que se “hacen engañosas”, exhibiendo cualidades sensibles que no se encuentran en esa naturaleza.(7)
Importantes psiquiatras(8) han estudiado suficientemente aquellas personalidades que
–en rebeldía ante la finitud de su ser- desarrollan un estilo de vida ficticio, cuya característica esencial es la inautenticidad. Conciente o inconcientemente adoptan apariencias disconformes con su ser (creado, limitado, y llamado a realizar una determinada misión).
Dice el famoso psiquiatra católico Rudolf Allers: “...la peculiaridad del hombre estriba en que no sólo le está dado el ser pura y simplemente, sino también el poder tomar posición respecto a ese ser: poder aceptarle o negarle. (...) el obrar y el comportarse del hombre no se determinan exclusivamente por el ser de la persona en sí misma, sino además por la actitud de esa persona frente a su ser”.(9)
Pero el renegar de su ser finito y creado no cambia su situación, y por eso observa el
Dr. Allers que la persona obra “como si” (10); de aquí surge la inautenticidad, que aparece siempre en las patologías del carácter como “rasgo fundamental y más propio”.(11)
Este mismo psiquiatra considera que estas inautenticidades (caricaturas o máscaras)
son consecuencia de la naturaleza caída. Es por eso que afirma categóricamente – y aún desde su experiencia psiquiátrica- que “...la definitiva superación de la inautenticidad que caracteriza y define a la neurosis, no se logra sino en la vida verdaderamente santa. (...) o por lo menos en una vida que tiende a la santidad”.(12)
Cada uno hace su propia historia según la respuesta que dé a su Creador. Todos los
acontecimientos de la vida no son más que interrogaciones(13), cuyas respuestas construyen una personalidad sana y verdadera que se acerca al fin, o una anormal y errónea que se aleja de él.
b) Dos caminos diferentes
Santo Tomás dice (14) que vemos que todos los hombres concuerdan en una cosa: la búsqueda de la felicidad ; pero difieren en la manera de dirigirse a ella, y por esto algunos la alcanzan y otros no. La diversidad está al final, en el desenlace.
Así analiza, con una gran profundidad psicológica, los dos caminos posibles a partir de esta búsqueda que configura toda la vida del hombre, su psicología, su personalidad y sus conductas.
Según el Santo Doctor, los que van por el camino recto a la felicidad -que son los
buenos- someten su entendimiento, meditando contínuamente la ley de Dios en las circunstancias prósperas y adversas; y su voluntad, obedeciendo sus mandatos y conformándola a la de Dios. Los malos en cambio, deliberan acerca del pecado, le dan su consentimiento, lo ejecutan y -lo que es peor- inducen a otros a seguir el mal.
Durante el trayecto no siempre aparecen claras las diferencias entre unos y otros, y la vida va trascurriendo en una lucha.
Sin embargo, estos dos caminos que a medida que pasan los años se van haciendo más marcados, determinan las características propias de cada personalidad. Tienen una fundamental importancia en la formación del carácter y sus desviaciones.
Por eso al final se ve claramente la diferencia: los buenos (comparados en el Salmo 1 con el árbol) tienen la dinamicidad propia de la gracia, que fructifica en obras buenas; su vida es de certezas y no de dudas, lo cual hace que obre con seguridad y eficacia. Adherido a las cosas
espirituales y a los bienes divinos, se siente tranquilo (aún en las empresas más difíciles) pues jamás será abandonado por Dios ni en lo más pequeño. Son íntegros, con una personalidad unificada,
generosos, y unidos entre ellos por la caridad. Prosperarán, alcanzarán todo lo que desean y el final tan ansiado. Por el contrario los malos (comparados con el polvo) llevan una vida árida, vacía, como el polvo que lo lleva el viento sus obras son efímeras y vanas. Sostenidos sólo
por bienes exteriores que pronto pasarán, están divididos. Sumergidos en el miedo y las incertidumbres.
El fin no se elige, pero sí los medios que conducen a él o lo apartan; de esta forma
cada uno construye su propia historia.
Aconseja el Doctor Angélico: “Si te preguntas por dónde ir, vuélvete a Cristo, porque : Él es el camino (...) En efecto es mejor cojear sobre la via correcta, que caminar rápidamente fuera del camino. Porque quien cojea por el camino justo, aunque no haga un largo recorrido,
sin embargo se acerca a la meta; quien en cambio camina fuera de la carretera, más
corre y más se aleja de la meta.” (15)
c) La vida es vocación
Santo Tomás comentando el pasaje de San Juan 13, 49 dice: “Para aclarar esto, hay
que tener presente que todos los mandatos de Dios están en la mente del Padre, pues sus mandatos no son más que planes directivos de las acciones a cumplirse. Por esta razón, como en la mente del Padre se encuentran las especies arquetípicas de todas las creaturas producidas por Dios, y que llamamos idea, así en ella se encuentran los planes directivos de todas las acciones que nosotros debemos cumplir”.(16)
Es sin duda cumpliendo con el proyecto divino que el hombre descubre su verdadera
identidad y su vocación; porque toda persona llamada a la existencia es llamada asímismo a realizarla de una determinada manera.
“Vocación es la palabra que introduce a la comprensión de los dinamismos de la
revelación de Dios y descubre al hombre la verdad sobre su existencia. “La razón más profunda de la dignidad humana –leemos en el documento conciliar Gaudium et Spes- está en la vocación del hombre a la comunión con Dios. Ya desde su nacimiento es invitado el hombre al diálogo con Dios pues, si existe, es porque, habiéndole creado Dios por amor, por amor lo
conserva siempre, y no vivirá plenamente conforme a la verdad, sino reconoce libremente este amor y si no se entrega a su Creador (n°19). Es en este diálogo de amor con Dios que se funda la posibilidad para cada uno de crecer según líneas y características propias, recibidas como
don y capaces de “dar sentido” a la historia y a las relaciones fundamentales de su existir cotidiano, mientras se está en camino hacia la plenitud de la vida”(17)
Dice Juan Pablo II que la fidelidad a Dios es la única garantía de la fidelidad a sí mismo y la plena realización del propio proyecto de vida.(18)
Vivimos la cultura del “hombre sin vocación” o mejor dicho una cultura antivocacional (19)que lo sumerge en el “sin sentido de la vida” y se plasma en las personalidades de nuestros jóvenes, manifestándose luego en desviaciones trágicas (para la persona y la sociedad)
como la droga, la delincuencia, el suicidio, etc.
“Hoy, sin embargo, esta lectura cristiana de la existencia debe hacer un balance de
algunos comportamientos de la cultura occidental, en la que Dios es prácticamente marginado del vivir cotidiano. He aquí porqué es necesario un compromiso acorde de toda la comunidad cristiana para “re-evangelizar la vida”.(20)
El origen y fin de la vocación está en la vida trinitaria y es allí donde “...todo viviente encuentra no sólo sus raíces, sino también su destino y su futuro; es decir lo que está llamado a ser y a llegar a ser; en la verdad y en la libertad; en la realidad de su historia”. (21)
Toda la historia personal debe desarrollarse según “la plenitud de los tiempos”, que encuentra su realización al ser introducidos en la Santísima Trinidad.
d) Esperanza del premio y plenitud psicológica
Para que se vaya cumpliendo el plan de Dios en nuestra historia personal, hay que
poner los medios adecuados.
Porque la vida es un combate es necesario valerse de la ayuda de Dios que es la
gracia, y captar los signos de los tiempos personales para secundar esa gracia.
Al respecto comenta Santo Tomás:
“...permaneced en mi amor , en aquel amor con el cual yo os amo, o sea en mi gracia, para no perder aquellos bienes que yo he preparado para vosotros. (...) el discurso puede tener este sentido: perseverad en este estado, de modo de amarme mediante la eficacia de la gracia.(22) Por eso es necesario cumplir sus mandamientos y
el principal precepto es la observancia de la caridad (que nos une al fin último y produce una adecuación de la voluntad con el querer divino). Exhorta a perseverar, pero también recuerda los beneficios acordados.(23)
Esta temporalidad de la vida terrena del hombre, tiene que estar inserta en la dinamicidad de la gracia porque es el germen de la gloria, que es la culminación de nuestra historia.
Así como el que sigue el mal camino al final no tiene esperanza (pues la había puesto en las cosas transitorias) el que sigue el verdadero camino tiene “...la seguridad de su premio: nada me resta sino aguardar la corona.
El mérito de esta vida estriba en tres cosas: en resistir a lo malo, aprovechar en lo bueno y hacer buen uso de los dones de Dios”.(24)
En el análisis de la primera Santo Tomás dice que he combatido el buen combate
significa que deben considerarse tres cosas:
1) debe ser el combate por cosas buenas,
2) depende de la calidad de la pelea y el empeño que se ha puesto, y
3) la dificultad de la batalla.(25)
La corona es doble: la primera es el premio esencial o sea la visión de Dios y el gozo
fruitivo de la verdad; la segunda se debe a la calidad de las obras.
“Cuanto uno está más unido a Dios, tanto más bienaventurado será. Es así que el
modo de la caridad determina el modo de la unión con Dios”.(26) Y en esto consiste el premio esencial del hombre y la plenitud de su ser; en la perfecta unión de su alma con Dios, viéndolo y amándolo perfectamente.(27)
Sin embargo, siendo la vida terrena una lucha, se le añade un premio accidental
cuando ésta es digna de alabanza. Por esto dice santo Tomás: “Donde existe una razón especial de triunfo debe haber también una corona especial”(28) Pero el premio no corresponde al combate sino a la victoria, por eso “...la corona no se da a quien lucha, sino a quien luchando,
triunfa”.(29)
Este premio de privilegio correspondiente a una victoria privilegiada se da de acuerdo
a tres luchas: contra la carne, el mundo y el diablo. Y tres son las victorias: la de las vírgenes, de los mártires y de los doctores.
Con respecto a la primera dice el Aquinate “...el mérito corresponde a todo acto virtuoso imperado por la caridad. Ahora bien, la virginidad pertenece al género de los actos virtuosos, porque la pureza de alma y cuerpo caen bajo la acción voluntaria”.(30)
La lucha de los mártires es en sí misma más fuerte y aflige con mayor vehemencia;
aunque si se compara con la de las vírgenes, dice que esta de la carne es más peligrosa por ser más duradera y que hostiliza más de cerca. Sin embargo
“hablando en absoluto, la aureola de
los mártires es entre todas la mejor”.(31)
También se logra una victoria perfectísima sobre el demonio cuando alguien lo rechaza
no sólo de sí sino también de los otros, y esto se alcanza mediante la predicación y la enseñanza “de las cosas que pertenecen a la salvación, que son como armas espirituales que sirven para echar al diablo del corazón de los hombres...” (32)
Está preparado el premio para los hombres y mujeres que no les importa perder el
afecto de los demás, los bienes terrenos, puestos de trabajo y honoríficos, fama, y hasta la vida por confesar la Verdad, con sus labios y con sus obras.
La esperanza del premio –plenitud del tiempo personal- debe ser un aliciente y el sentido de nuestra vida. El fin está ya en el principio, y aquel que va por la buena senda también va anticipando una cierta plenitud en la personalidad, pues su vida se va desplegando en un camino hacia las operaciones perfectas. Porque “La bienaventuranza es la perfección del hombre en cuanto hombre”.(33) Y así llegará a la plenitud personal después de la resurrección pues “...la perfección
del cuerpo en cierto modo cooperará a la perfección de la operación intelectual, ya que por su unión con el cuerpo glorioso, el alma será más perfecta en naturaleza; en consecuencia, más eficaz en su obrar”.(34)
e) Conclusiones
Queremos destacar aquí, cómo la temporalidad en que se desarrolla la vida terrena guarda una íntima relación con la eternidad, en cuanto que estamos llamados a la plenitud de esa imagen siendo introducidos, a través de Cristo, en el dinamismo trinitario.
“No son ustedes los que me eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes, y los
destiné para que vayan y den fruto, y ese fruto sea duradero” (San Juan 15,16)
Es importante acentuar que no es indiferente la realización de nuestra historia personal con respecto al fin; por eso es necesario desarrollar la magnanimidad aún en las pequeñas
cosas de la vida cotidiana.
El objetivo de este trabajo es –frente a la situación de la cultura contemporánea- exhortar vivamente a la realización de obras grandes, porque estamos llamados a un fin altísimo y el tiempo apremia para conquistarlo.
Notas
1) Santo Tomás de Aquino Suma Teológica
I q 44 a.
2)Santo Tomás de Aquino Suma Teológica
I q 45 a. 1
3) Concilio de Trento. Dz.174 y 788
4)Santo Tomás de Aquino Suma Teológica
III q 3 a 8
5)Cfr. Santo Tomás de Aquino Suma Teológica
I q 93 a 4
SELIGMANN
Página 2 de 8.
6) Santo Tomás de Aquino De Veritate q 1 a 2
7)Cfr. Santo Tomás de Aquino De Veritate q 1 a 10
8) Cfr. Alfred ADLER y todos los exponentes (incluso los disidentes como Allers o Künkel) de la Escuela de Psicología Individual. Sus teorías fueron más populares que las de Freud en su época; hoy en día son numerosos los adeptos
en todo el mundo, como consta por la cantidad de páginas que pueden encontrarse en internet.
9) Rudof AlLLERS, Naturaleza y educación del carácter. Barcelona, Ed Labor, 1957. página 309
10) A. Adler ya había desarrollado este tema en la psicología, tomando ideas del filósofo Hans Vaihinger que tiene una obra titulada “Filosofía del como si”.
11) Rudof ALLERS, op. cit. p. 309
12) Ibidem p. 311
SELIGMANN
Página 3 de 8.
13) Algunos autores hablan de una psicología apelativa, donde la realidad interpela.
14) Cfr. Santo Tomás de Aquino Comentario al Salmo 1
SELIGMANN
Página 4 de 8.
15) Santo Tomás de Aquino Comentario al Evangelio de San Juan, n° 1870
16) Santo Tomás de Aquino Comentario al Evangelio de San Juan, n° 1723.
17) Mensaje de S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 2001
SELIGMANN
Página 5 de 8.
18) Cfr. Mensaje de S.S. Juan Pablo II el 25 de abril de1999.
19) Cfr. Obra Pontificia para las vocaciones Eclesiásticas Nuevas vocaciones para una nueva Europa 1998.
20) Mensaje de S.S. Juan Pablo II el 6 de mayo de 2001
21) Nuevas vocaciones... n°15
22) Santo Tomás de Aquino Comentario al Evangelio de San Juan, n° 2000
SELIGMANN
Página 6 de 8.
23) Santo Tomás de Aquino Comentario al Evangelio de San Juan, n° 1997
24) Santo Tomás de Aquino Comentario a la 2° epístola a Timoteo, Cap. IV Lección II
25) Cfr. Ibidem
26) Suma Teológica supl. q 93 a 3
27) Cfr. Suma Teológica supl. q 96 a 1
28) Suma Teológica supl. q 96 a 5
29) Ibidem
SELIGMANN
Página 7 de 8.
30) Ibidem
31) Suma Teológica supl. q 96 a 12
32) Suma Teológica supl. q 96 a 7
33) Suma Teológica supl. q 92 a 2
34) Suma Teológica supl. q 93 a 1
SELIGMANN
Página 8 de 8.
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