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I. La conversión en la Divina Revelación
Aquí nos tienes de vuelta a ti, porque tú, Yahvéh, eres nuestro Dios


Por: P. Miguel Ángel Fuentes, V.E. | Fuente: Foro de Teología Moral San Alfonso



En los libros más antiguos de la Sagrada Escritura se señalan aspectos exteriores y rituales de la conversión como, por ejemplo, el ayuno (cf. Jue 20,26; 1 Re 21,8), rasgar las vestiduras o vestir el saco (cf. 1 Re 20,31), dormir en el suelo y cubrir la cabeza con ceniza (cf. 2 Sam 12,16), recitar salmos de lamentación o de súplica (cf. Jue 2,4), confesar públicamente los pecados (cf. 1 Sam 7,6), etc.

Los profetas usaron nuevas expresiones para subrayar la interiorización de la conversión considerándola como una auténtica vuelta a Dios que implica: cesar de hacer el mal y aprender a hacer el bien (cf. Is 1,17; Sl 34,15; 37,27); buscar el bien, odiar el mal y amar el bien (cf. Am 5,14-15), estar dispuestos a obedecer (cf. Is 1,19), inclinar el corazón hacia Dios (cf. Jos 24,23), hacer un corazón y un espíritu nuevos (cf. Ez 18,31), circuncidar el corazón (cf. Jr 4,4), limpiar el corazón de toda maldad (cf. Jr 4,14), lavarse y purificarse del pecado (cf. Is 1,16), etc.

Hay términos que indican también algunos aspectos fundamentales de la conversión. Por ejemplo:

–kalam y bôš indican la "vergüenza y confusión" por el pecado; es muy usado en Jeremías (3,3; 6,15; 8,12) y Ezequiel (16,52.54.61.63).

–naqat, encierra la idea de "tedio, disgusto, aversión" (cf. Job 10,1).

–niham, "suspirar, gemir"; es traducido con frecuencia al griego de los Setenta por metamédomai expresando dolor y pesadumbre, pena de haber cometido pecado (por ejemplo Jr 8,6: no hay hombre que se arrepienta de su pecado; cf. Jr 31,18-19; Job 42,6).

–kanae ("aceptación resignada" del castigo merecido) y šafel (humildad): subrayan las disposiciones que deben acompañar la conversión sincera.

–dakah y dikka’ (machacar, moler, triturar): son usados en sentido metafórico indicando el "abatimiento del espíritu", como condición indispensable para la compunción y la conversión.

Otras expresiones destacan la parte positiva de la conversión: "buscar a Yahvéh" (cf. 2 Sam 12,16; Os 5,6.15; Sof 2,3), "buscar el rostro de Dios" (cf. Os 5,15; Sl 24,6; 2 Par 7,14), "inquirir a Yahvéh" (cf. Am 5,4.6; Os 10,12; Is 55,6); "dirigir el propio corazón a Yahvéh" (cf. 1 Sam 7,3); "temblar o conmoverse" (cf. 2 Re 22,19); "volverse al propio corazón o entrar en sí mismo" (cf. 1 Re 8,47; Is 46,8; Dt 4,39).

El término más usado y más característico es šûb, que resume los diversos aspectos de la conversión. En sentido profano significa volver, cambiar de camino, retroceder, desandar lo andado. En sentido religioso indica el abandono de lo que es malo a los ojos de Dios y la vuelta incondicional a Yahvéh. Describe un "cambio" en la actitud de la persona y subraya el aspecto negativo y el positivo de la conversión: negativo en cuanto supone un abandono y una separación de la conducta seguida hasta ahora (šûb min); positivo, en cuanto indica una nueva orientación en la vida, la vuelta a Yahvéh (šûb ‘el). Es un término característico de la predicación profética (mientras que en los escritos no proféticos sólo aparece de modo esporádico), por ejemplo:

–Jr 3,22: Volved, hijos apóstatas; yo remediaré vuestras apostasías. Aquí nos tienes de vuelta a ti, porque tú, Yahvéh, eres nuestro Dios.

–Jr 18,11: Ahora, pues, di a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén: ... volveos cada cual de su mal camino y mejorad vuestra conducta y acciones.

–Ez 18,23.30: ¿Acaso me complazco yo en la muerte del malvado –oráculo del Señor Yahvéh– y no más bien en que se convierta de su conducta y viva?... Convertíos y apartaos de todos vuestros crímenes; no haya para vosotros más ocasión de culpa.

–Ez 33,11: Diles: Por mi vida, oráculo del Señor Yahvéh, que yo no me complazco en la muerte del malvado, sino en que el malvado se convierta de su conducta y viva. Convertíos, convertíos de vuestra mala conducta. ¿Por qué habéis de morir, casa de Israel?

–Is 55,7: Deje el malo su camino, el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Yahvéh, que tendrá compasión de él, a nuestro Dios, que será grande en perdonar.

–Zac 1,4: No seáis como vuestros padres, a quienes los antiguos profetas gritaban así: ¡Volveos de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras!

Uno de los textos más sugestivos en que se expresa la conversión es el Salmo 51, Miserere; allí el Salmista: confiesa sus faltas, reconocidas en último término como ofensa al mismo Dios (v.5), pide la purificación interior (vv. 3.4.9), solicita la gracia divina (v.12ss), promete orientar la vida según las exigencias de Dios (v. 15ss).

En el Nuevo Testamento el tema de la conversión tiene un lugar muy importante, sobre todo en la predicación pública de Jesucristo. Dos verbos emplea principalmente el Nuevo Testamento: epistrefein y metanoein.

Epistrefein connota el cambio de conducta práctica, como en He 14,15: convertirse de las vanidades, o He 26,20: se conviertan a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.

Metanoein, que la Vulgata traduce por paenitere, se refiere más bien al cambio o renovación interior; aparece 34 veces empleado el término: 16 en los Sinópticos, 5 en Hechos, 12 en Apocalipsis y 1 vez en San Pablo). De aquí se deriva metanoia, traducido en la Vulgata por paenitentia; es usada 22 veces en el Nuevo Testamento. Se discute el significado fundamental tanto del verbo como del sustantivo. Los principales significados que se pueden considerar son tres:

–arrepentimiento, dolor, pena del pecado cometido;

–cambio de mente, transformación del modo de pensar;

–cambio radical de las relaciones entre el hombre y Dios.

Por el contexto, los Sinópticos destacan el carácter interior de la metanoia. En la predicación del Bautista (cf. Mc 1,4; Mt 3,2.8; He 13,24; Lc 1,16) y de Nuestro Señor (cf. Mt 4,17; 3,2; Mc 1,15) no está unida como primera condición a actos externos sino a un cambio radical del modo de pensar, como una rotura definitiva con el pasado pecaminoso y una vuelta incondicional a Dios.

Propiamente significa la vuelta a la casa paterna, como la tešûbah, la vuelta del destierro. Me levantaré y volveré a la casa de mi padre (Lc 15,18). Esta vuelta implica necesariamente una rotura con el pasado, un repudio absoluto de todo pecado, es decir, arrepentimiento y compunción (como en la parábola del hijo pródigo).

En los Hechos de los Apóstoles sigue dándosele una importancia capital. Es lo que propone Pedro a los judíos: convertíos (cf. He 2,38; 3,19).

Para San Pablo es la rotura con el pasado pecaminoso, la muerte al hombre viejo y la renovación interior (cf. 2 Cor 12,21; Ro 6). El Apóstol distingue en la conversión los sentimientos saludables de arrepentimiento y la simple aflicción externa: En efecto, la tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte (2 Cor 7,10).


PSICOLOGÍA Y TEOLOGÍA DE LA CONVERSIÓN
R.P. Dr. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.

 


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