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Autor: | Editorial:



El sexo como inclinación amorosa esencial del cuerpo
I PARTE

EL SEXO COMO INCLINACIÓN AMOROSA
ESENCIAL DEL CUERPO


«El cuerpo no es para la fornicación» (1 Cor 6, 13).


INTRODUCCIÓN: EL LENGUAJE DEL CUERPO

Siguiendo la antropología cristiana contenida en la doctrina de la encíclica Humanae vitae sobre el significado unitivo y procreador de la sexualidad, Juan Pablo II realizó, en sus catequesis de los miércoles de los primeros años de su pontificado, un análisis teológico de los textos bíblicos en que se expresa el sentido amoroso de la corporeidad, cuyos puntos centrales resumió en su Exhortación apostólica Mulieris dignitatem.


a) SIGNIFICACIÓN ESENCIAL DEL SEXO: INCLINACIÓN AMOROSA DEL CUERPO

Estos análisis de antropología bíblica se centran, ante todo, en las tres consecuencias que se derivan del hecho fácilmente comprensible, de que la sexualidad es una inclinación esencial de la dimensión corpórea de la naturaleza humana: en primer lugar, en el carácter constitutivo de las diferencias sexuales; después, en el sentido amoroso de la inclinación al sexo complementario, que se deriva de esa diferenciación sexual; y, en tercer lugar, en la trascendencia individual y social del respeto o del desprecio de la diferenciación sexual y del sentido amoroso del sexo.
Éstas son las cuestiones que serán tratadas en esta primera parte. Según se puede observar, se refieren al lenguaje del sexo siguiendo una perspectiva genérica o preliminar, esto es, centrándose en aquellas propiedades de la sexualidad humana que también existen -aunque con unas características específicas que serán tenidas en cuenta al estudiarlas- en el sexo de los restantes vivientes corporales. De este modo, cuando se aborden en la segunda parte los aspectos diferenciales de la sexualidad humana, podrá entenderse mejor que el carácter personal de nuestra sexualidad no altera sus propiedades sexuales, sino que las asume y las enriquece con unas virtualidades de índole superior.


b) CONSIDERACIÓN TRASCENDENTAL DE LA SEXUALIDAD: ANALOGADO BÁSICO DEL AMOR TRINITARIO

Además, un estudio teológico de la sexualidad no debería prescindir de las ilustraciones que provienen de iluminar esta realidad creatural desde el conocimiento de la Vida divina, puesto que (como insinúan los relatos bíblicos de la creación del hombre, al presentarle como varón y varona, y ordenados a los hijos) el origen divino de la sexualidad ha marcado con su impronta amorosa trinitaria esta inclinación del viviente corpóreo.
De hecho, las enseñanzas de Juan Pablo II sobre la sexualidad están repletas de una continua referencia al orden trinitario (cf, p.ej., MD, 7-8, 29-30). Se podría decir que, antes de él, la doctrina teológica, aprovechando la sugerencia paulina de Efesios 5, 32, había explicitado la dimensión cristológico-salvífica del `misterio divino´ que se encierra en el matrimonio (cf, p.ej., LG, 11; GS, 48; OT, 10). Pero, tanto para la teología trinitaria como para la antropología cristiana del matrimonio, era necesario este estudio trinitario-antropológico que, basándose en los relatos genesíacos de la Creación, ha realizado quien antes de ser llamado a la Sede de Pedro había desarrollado una amplia pastoral matrimonial (cf CU, pp. 129, 135 y 201-206) y publicado la monografía Amor y responsabilidad.
En efecto, sus observaciones acerca de esta analogía trascendental pueden aprovecharse en una doble dirección. Por una parte, en sentido descendente, para ilustrar desde una perspectiva trinitaria la índole ternaria de la comunión sexual. Es decir, empleando el dato revelado para fundamentar trascendentalmente el carácter aptitudinalmente indisociable de la doble condición unitiva y procreativa de la sexualidad28. Por otra parte, esta analogía puede también emplearse en sentido ascendente: esto es, para avanzar en la comprensión de la Vida de las Personas divinas, una vez mostrado en la sexualidad que el amor es una relación necesariamente trinitaria29.
Siguiendo esa pedagogía teológica, serán frecuentes las referencias que aparecerán en las páginas sucesivas, a esa Comunión amorosa que es el origen del amor sexual y que tiene en esta comunión `trinitaria´ creatural su expresión más elemental.


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